I

A Delfina



Había entrado en la zona del barrio. Por lo que le dijeron podía preguntar que cualquiera sabría. Detuvo el auto frente a un hombre que pasaba.
- Dónde lo están velando?-
- Pregunte allá, aquel es el hermano
Avanzó y preguntó allá, con las mismas palabras.
- Por acá derecho va a ver la casa- respondió el hermano.
Estacionó, avanzó por el pasillo angosto de tierra, entre los alambrados, viendo la gente en las casas, los chicos, los perros.
Suponía que habría gente reunida y había gente, pero no tanta. Afuera, sobre la tierra, había algunas sillas y mujeres en silencio. Unos chicos jugaban, pero jugaban discretamente, sabían que el clima no daba. El día estaba gris. La tristeza contagiaba. Pasó el alambrado y aunque hubiese querido no habría podido sonreír más. Saludó con una inclinación de cabeza y entró. No necesitaba aclarar nada, la ropa negra de cura les explicaba a todos para qué había venido, de parte de quién venía, a quién conocía.
En el comedor lo velaban. Eran pobres. El cajón era pobre, el crucifijo era pobre y las lámparas con forma de vela apenas alumbraban. No había coronas. Entró al comedor y con la mirada trató de expresar que lo sentía mucho. Siempre se siente mucho la muerte de un chico de 8 años, sea de quien sea. Alguno quizá lo miró con bronca, o como no queriendo saber nada con él, como si trajera la culpa de Dios, el padre en cambio parecía resignado, y aunque había perdido también a su mujer salió a invitar a las sentadas afuera.
- Vamos a rezar.
El chiquito tenía un hematoma al lado del labio y le pareció recordar que la secretaria le había dicho que había muerto de enfermedad. Le entró la duda de si habría sido un accidente por lo que preguntó lo que nunca se pregunta:
- Qué le pasó?
- Paro cardíaco- respondió una mujer-
Y llegó a suponer que quizá en los esfuerzos por intubarlo lo habrían lastimado. Comenzó.
- En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
Y entró en la otra dimensión. Abrió la Biblia vieja, manchada, llena de fotos y señaladores, forrada de harpillera y leyó. Después habló con otras palabras, no las que decía siempre en los velorios, palabras para un chico, palabras más fuertes porque la situación era más fuerte, y algunos asentían, otros lloraban, le parecía que el que hablaba era otro, escuchaba su voz como lejana, y más que nada observaba… los chicos entran y se ponen al lado del cajón que está lleno de juguetes y caramelos, dos mujeres que lloran se acercan y lo tocan. Debe estar frío. Saca la varilla metálica, desenrosca la punta y tira agua bendita… ofrece la varilla como siempre, y el primero en agarrarla es el padre. Tira agua bendita y la pasa. Algunas tiemblan, algunos toman conciencia de lo que pasa cuando ven que le tiran agua bendita al chico que está en un cajón de madera con forma de ataúd. Se murió en serio. No está dormido, no se va a levantar ni va a seguir jugando. Todos saben que nos vamos a reencontrar, pero algunos lo quieren abrazar ahora, carajo. Dios está callado en la cruz. Dios está, y mira para abajo como si entendiera.
Saludó al padre y a dos familiares más que parecían cercanos, sintiendo sus lágrimas en la mejilla. Todos seguían inmóviles, alrededor del ataúd y así los vio por última vez.

II

En el camino de vuelta se calzó los auriculares y escuchó música.
Al llegar fue a la cocina, puso la pava al fuego y entró al cuarto de uno de los curas para prender la computadora. Abrió sus meils. La mayoría eran propagandas. Un cura le respondía que ya había celebrado las misas que le pidió, el meil de una amiga lo hizo sonreír y abrió el tercero: de una chica de una parroquia anterior.

No me gustó tu respuesta.
Estaba dispuesta a entregarte y hacer lo que me hubieras pedido, sin importar nada ni nadie.
Vos te lo perdés. Ya voy a encontrar a alguien que me haga sentir una mujer con todas las letras.
No tenés idea de las cosas que te hubiera hecho y hubieras sentido.

- No, no tengo idea, y no lo voy averigüar- le dijo a la pantalla, sonriendo – te respondería que es triste que necesites un hombre para sentirte mujer, pero vamos a dejarlo acá.
Salió de su casilla y apagó la máquina. Volvió a la pava que hervía, tiró el agua y puso nueva, mientras esperaba apoyó las manos en la mesada, y aflojó el peso del cuerpo, cerrando los ojos. Si pudiera… cómo le gustaría poder… el celular se empezó a mover y cuando miró en la pantallita dijo:
- Mierda- tardó unos segundos en atender. Esa ridícula ilusión de que los problemas se van a resolver solos. Atendió – Ya seeee, te debo una bendición- le dijo antes que le reprochara.
- Cuando vas a venir?
Miró el reloj y las llaves del auto en la mesa.
- Ahora.
- Bueno, dale.
Anotó en un papelito que se iba a tirar agua bendita en una casa, agarró las llaves, los documentos del auto y salió. En la primera no arrancó. Aceleró un par de veces y le sacó el cambio.
- Daleeeee, hijo de puta.
Arrancó y lo aceleró.

III

Estacionó frente a la casa de la mujer que le había pedido que bendiga la casa de una amiga, a la vuelta de la suya y bajó. No le había dicho si había algún motivo, pero no parecía importante.
Cuando entró la mujer empezó a contarle los problemas que había tenido con el lavarropas, pero lo único que entendió es que le había inundado la cocina, tenía una enorme incapacidad para prestar atención a cosas que no le importaban en lo más mínimo. Le mostró, y vio que efectivamente, había signos de haber estado sacando agua hacia el patio y le pareció gracioso, aunque no sonrió, porque para la mujer parecía ser grave.
- Es acá a la vuelta lo de tu amiga?- preguntó, introduciendo el tema.
- Sí- dejó de hablar del lavarropas. Funcionó.

A la vuelta resultaron ser dos cuadras.
- No sabe cómo lo esperábamos padre- dijo la amiga.
Adentro lo hicieron sentar y le convidaron mate. Al entrar sintió un olor raro.
- Pasó algo?- preguntó, sabiendo que no tenía que aclarar mucho.
- Y sí, todo nos sale mal, el trabajo, tenemos mala suerte- empezó a aburrirse. Recordó que había dejado la pava en el fuego.
- Y algo más? Ruidos, sombras…
- Sí, ella ve sombras, mi yerno también, como alguien que pasa, vio?- esto se pone interesante, pensó- sentimos olor a cigarrillo o a…
- Habano- completó la hija.
- Mi yerno no puede dormir acá, - empezó a sacar cosas: la botella de agua bendita, el hisopo, la carpeta y el aceite- una vez tiré agua bendita y fue la única noche que pudo- cargó el hisopo con el agua de la botella- yo a veces tampoco puedo dormir, una vez vi una serpiente metiéndose en la Biblia, va a pensar que estoy loca, pero le juro que la vi, yo estaba despierta, fue en el momento de despertarme, vio?, y quería rezar y no podía, como que se me había dormido la boca, hasta que al final pude invocar a la Virgen y desapareció. Era negra y roja.
- Sospecha de alguien que le haya hecho algún mal.
- No sabemos quién puede ser, pero una vez estaba la tierra removida acá adelante y encontramos un esqueleto, que en uno de los huesos de la pierna tenia atado una prenda íntima mía.
- Tiene algún problema de salud?
- Yo voy de mal en peor, padre, además estuve teniendo algunos problemas de depresión.
Se puso de pie. En estos casos cada vez le preocupaba menos quedar como un anormal. Es más, le divertía. – Vamos a empezar...en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…
Oración de liberación sobre la persona y bendición a la casa. En una de las habitaciones hubo una corriente de aire fría llamativa, pero tenía que ser bastante más evidente el signo como para que él se lo atribuyese a algo sobrenatural.

Terminó, se despidió y voló hacia la pava. Se apuró hasta que vio a Juanita en la puerta de la cocina, sonriendo mientras secaba un plato.
- Cabeza de novio!
- Sí, la pava me odia!- le dio un beso de buen día- Podré rezar hoy?
- Acaban de llamar de secretaría que hay una mujer esperándote..
- Tenés idea el nombre?
- No.
Puso agua nueva en la pava y la expuso al fuego otra vez. Llamó por interno a secretaría.
- Vasca, no me nombres.
- Qué pasó?
- La mujer se llama Marta?
- No sé.
- Tiene pelo enrulado, ojos desorbitados y te comentó algo de su viaje a Guadalupe?
- Sí, todo eso…
- Decile que me mudé de país, que tuve un accidente anoche o que estoy tomando mate y no tengo ganas de escucharla una hora hablando de lo mismo.
- Listo
- Gracias!
Preparó mate y se apuró a entrar al cuarto para rezar como no queriendo ser visto.
Las persianas por lo general estaban cerradas, prendió una luz tenue que iluminaba una mesa pequeña con una imagen de Jesús y una Biblia. Agarro una caja de fósforos para acercarle la llama a la velita y sonrió, mirando la imagen. Momento de descanso del día.

IV

A la media hora Juanita tocó la puerta con timidez.
- Padrecito?
- Sí, pasá.
- Está nuestro amigo Cáceres.
- Ahí voy.
Miró la imagen una vez más, apagó la velita y salió, dando vuelta palabras en su mente.
- Cáceres!
- Cómo anda padre?
- Bien, tu pierna?
- Ahí anda.
- Sentate ahí.
- Habrá algo para comer?
- Sí, pero no me vuelvas a usar la parroquia de baño o se pudre todo, esta claro?
- Sí, padre, sí.
- Ahora vengo.
Volvió al poco tiempo. Apoyó las cosas en la silla de al lado. Le tocó al lado de la herida infectada, en una zona enrojecida.
- Te duele ahí.
- Sí- su cara decía que mucho.
- Tenés que volver a ir al hospital, Cáceres, esta pierna te va a terminar matando, ya esta muy infectada, te tienen que dar algún antibiótico- ya le había dicho que si no iba se la iban a tener que cortar, pero no le hacía caso- esto te va a doler.
Le tiró desinfectante, raspó con una gasa para remover el pus, volvió a tirar desinfectante y tapó con otra gasa y cinta. Le dio una bolsa con comida.
- Gracias padre, nos vemos.
- Chau, viejo.
Si no lo hubiera visto lo habría evitado como a Marta. No se preocupó en disimular la cara de resignación al verlo. Medía más o menos uno noventa, siempre con cara de preocupación y algunas canas, rondaría los 35 años, psicosis varias.
- Qué hacés Martín?
- Hola Juan! Salí a caminar, ya tuve pileta a la mañana- y se quedó parado en la puerta, sin más palabras por el momento, esperando que se le dé alguna orden para seguir.
- Mirá que bueno- se quedó en silencio unos segundos con la esperanza de que siguiera caminando nomás. Esperanza que había perdido desde que lo vio- pasá, esperá un segundo ahí que preparo un par de mates- la infusión siempre hace más ameno cualquier momento.
Volvió sabiendo que no podía convidarle más de dos porque sino lo estimulaba demasiado.
- Como anda todo, Martín?
- Bien, me cambiaron la medicación y ahora estoy mucho mejor, no duermo tanto, mi mamá dice igual que estamos probando.
- Ahá…- su mente comenzó a alejarse de ahí en puntas de pie, pero Martín la agarró del cuello y la hizo volver.
- Hay que hacer algo Juan!
- Con qué?
- Con los forajidos- miró hacia la puerta, como sospechando.
- Qué forajidos?- La puta madre si yo quisiera ser sicólogo no estaría acá, por qué carajo vienen todos los locos a la Iglesia? Qué le puedo dar que le sea útil? Nada! Evitar que mate a alguien nada más.
- Hay Juan! No me vas a decir que no hay forajidos! Están por todas partes! Son los que hacen que estemos mal!
- No hay que hacer nada, Martín, Dios ya va a hacer!
- No, Juan!! No viste la familia Ingals? Hasta Charles, que es tan bueno en un momento se cansa y hace algo con los forajidos, hay que hacer algo!!
- No Martín, vos no tenés que hacer nada, en la Biblia…- por qué cito la Biblia? Igual no va a entrar en razón, necesita la pastilla anterior!! Quien carajos sabe? – dice que no hay que separar el trigo de la cizaña hasta el final porque nosotros no sabemos quién es cizaña y quién no, solamente Dios lo sabe bien, nosotros no sabemos quien es forajido y quien no, nos podemos equivocar y lastimar a un inocente, no hay que hacer nada, Martín!
- Pero yo ya estoy cansado Juan!! Todos están cansados!
La vasca se asomó a la puerta.
- Necesitan una unción.
- Disculpá, Martín – salió.
La mujer le explicó, era en la clínica de la vida, a dos cuadras, no era familiar, sino conocida de una parroquia de otra diócesis, pero se estaba muriendo.
- Voy a buscar el óleo y voy – se asomó al cuartito.
- Me tengo que ir Martín, después seguimos charlando, pero vos no hagas nada, está claro? preguntale a tu mamá qué podés hacer.
- Sí, le voy a preguntar - salió como un autómata, sin saludar

V

En los hospitales por lo general la gente se calla y abre más los ojos cuando ve entrar a un cura, como si alguien se estuviese muriendo. Hay veces que es mala suerte que aparezca un cura, o viajar con un cura, según la superstición de cada uno. Subió hasta la puerta de terapia donde estaba la mujer esperando. Ella hizo sonar el intercomunicador y se intercomunicó con el enfermero con voz de muerto. Dijo que ella ya había hablado con “el médico” y que había asentido en que viniese un sacerdote aunque no fuera el horario de visitas, cosas que por lo general a nadie le importan y en realidad depende del humor del enfermero de turno, o su fe, o grado de superstición. Oponerse a Dios da mala suerte, también, parece. Sonó la chicharra que significa “está bien, pase”.
El enfermero no abandonó su libro, así que la mujer lo guió hasta la enferma.
- Cómo se llama?
- Marta.
- Marta, me oye?- le tocó la muñeca, fría. Miró el registro del electrocardiogama, principalmente plano pero con dos dibujos hacia abajo.
De algún rincón oscuro de su mente emergió la idea de haber leído en esas primeras veces que se agarra el ritual porque se tiene que hacer una unción por primera o segunda vez, y se lee la letra chica, que en caso de duda de muerte se puede realizar la unción, anteponiendo el “si vives…”. La mujer también había tocado el cadáver y lo miraba angustiada.
- Está viva?
No respondió. Se puso la estola morada y abrió el óleo. Ni abrió el ritual.
- Si vives, por esta santa unción y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, amén- le hizo una señal de la cruz en la frente con el óleo – para que, libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad – también en las manos- amén.
Fue al enfermero. Habló bajo.
- A qué hora murió?
Miró el libro, cosa que parecía ser su actividad preferida.
- A las ocho y diez.
- Gracias.
Eran las diez y media. Para los cánones más rigurosos, había sido totalmente inútil lo que acababan de hacer, como bautizar a un chico que nació muerto. A veces es muy bueno mandar los cánones más rigurosos a la reverenda mierda.
- Llegamos a tiempo?- preguntó la mujer, mientras salían.
- Sí.
- Ay, gracias padre!
Fueron hacia la puerta y en el descanso de la escalera la mujer comenzó a contarle gran parte de su historia, sobre todo su historia en la Iglesia… cosa que a Juan en realidad le importaba lo mismo que un rábano, aunque pensando bien, a su hermana le encantaban los rabanitos así que en realidad le importaba aún menos el relato, y mientras la mujer hablaba sin dejar el más mínimo espacio para una excusa válida de despedida, pensó que era bastante triste que quizás muchas personas no tuviesen a quien contarle su vida, y que no podía ser cura y a la vez ser tan hijo de puta, por lo que puso todo su empeño en escuchar y en que su cara reflejara todo el interés posible. Todas las historias merecen ser escuchadas. Si Dios estuviese ahí la abrazaría con ternura, diciéndole que es la historia más interesante que escuchó en toda la eternidad, y seguramente Dios estaba, pero necesitaba alguien que le prestase sus brazos, y cuando estaba luchando internamente con veintinueve años de vida sin abrazar a un solo extraño, pensando que la mujer aceptaría un abrazo de Dios, pero no de un total desconocido, la voz de muerto sonó a sus espaldas.
- Padre, tiene un minuto?
- Sí, discúlpeme, muy linda su vida- la saludó, tratando de hacer mentir a sus ojos, a lo sumo con la mano en el hombro.
- Gracias- sonrió y bajó la escalera.
- En la cama 302 hay una mujer que se está muriendo.
Estoy harto de los muertos, pensó.
La cama 302 estaba aislada.
- No creo que le responda. Lo dejo solo.
- Gracias.
- No, gracias a usted.
La mujer abrió bien grandes los ojos. Tal vez no era muy alentador ver entrar alguien vestido así, dadas las circunstancias. Tenía una máscara de oxígeno, sueros varios y algún que otro aparato. Respiraba agitadamente.
- Como anda?- pregunta pelotuda, si las hay. Sonrió por dentro.
La mujer lo miraba con horror. Sólo se escuchaba el ruido seco e insistente del oxígeno.
- Vamos a pedirle a Dios que la acompañe en este momento, que esté bien cerca suyo, le parece?
Sólo responde el oxígeno. Ni sí ni no con la cabeza, ni con los ojos, nada. Sólo miedo, o sorpresa, o desesperación en la mirada.
- Cree en Dios? – tal vez ni siquiera esté bautizada- Está bautizada?
En peligro de muerte, prácticamente todo está permitido. En el caso de un niño, se lo puede bautizar aún sin el consentimiento de los padres, y lo puede bautizar hasta un ateo. En el caso de un adulto, mientras no haya oposición clara o si está inconsciente no se tenga registro de que concientemente se declaró en contra durante toda su vida se avanza. En la duda se avanza.
Recorrió el cuarto con la mirada. Encontró una botella de agua mineral. Con algunas gotitas la bautizó, le dio la absolución, la unción y se despidió. Mientras bajaba se abrió la camisa, y escondió el cuellito.
Salió al día, saludó al cielo.
- Sol de mierda, cuando te pensás nublar?
El celular se movió de nuevo. Tal vez sea…
“Juan, le avisas a Tino que ya están los cancioneros? Si puede que me llame a lo de Pablo. SOle.”
No era.

VI

Pasó por la secretaría, esperando que no hubiese ninguna novedad.
- Vasca, la vida te sonríe?
- Sí, y a ti? Como te va?
- Mejor daría asco.
- Qué bueno! Me firmas estos certificados de bautismo? Son de la Paz.
Firmó y cuando se estaba yendo para el fondo aparecieron dos mujeres. Una muy alta, canosa, con ojos claros y rasgos alemanes, la otra morocha, de ojos oscuros, de estatura normal.
- Hola, podemos hablar con el padre?
- Pasen por acá.
El celular se volvió a mover “Te llegó el anterior? Sole”
- Usted es el padre?
- Sí- lejos de ofenderlo, lo enorgullecía no parecer.
- Mi mamá y yo…- las miró disimuladamente. No parecían madre e hija. El relato continuó con lágrimas de ambas y un sinfín de dramas a los que estaba totalmente insensibilizado hasta que dijo – hace dos días que no comemos, vinimos caminando desde la San Martín, tardamos un montón porque a mi mamá le cuesta mucho caminar…- siguió hablando todavía un poco.
Cuando se produjo un silencio suficiente les dijo que les iba a dar algo de mercadería y que tenían que volver el martes a contarles su situación a las mujeres de cáritas para que les den una ayuda más estable. Le pidió la llave a la vasca- que alguien que no fuese de cáritas entrase a sacar mercadería las ponía furiosas- pero a ella también le molestaba mucho la burocracia, por lo que le entregó la llave alegremente; entró a cáritas, les llenó dos bolsas, y las llevó en auto a su casa. La hija acompañó a su madre hasta la puerta y volvió para agradecerle de nuevo.
- No es mi mamá, pero ella me crió. La semana que viene si empiezo a trabajar te llevo mercadería a la parroquia, vas a estar vos?
- Gracias, no es necesario, pero si querés donar dejáselo a cualquiera.
Los ojos oscuros se desilusionaron un poco.
Volvió pensando en otros ojos. Manejó como si no le importara morir.

Pasó por el baño, al salir se quedó unos segundos mirando una foto. Apagó la luz y fue a la cocina, puso la pava al fuego y apareció Tino, el otro de los tres curas, el párroco estaba en su día libre.
- Hermanito, comés acá?
- Sí, vos?
- No, tengo que ir a San Isidro, y después a capital, vuelvo tarde, necesitás el 12?
- No - buscó en el celular el mensaje de Soledad y lo abrió, mostrándole la pantalla a
Tino- decile que no me use más de secretario.
- Ahora la llamo, gracias-
Preparado el mate volvió a rezar tratando de preparar la prédica del fin de semana, ya era viernes.

VII

Para almorzar torció el televisor, porque estaba solo y lo prendió. Sonó el timbre, Juanita atendió por el portero y le dijo:
- Buscan al padre Juan.
- Ahora lo llamo, ese padre Juan es más boludo!!
Salió. Cara conocida.
- Hola padre, como anda? le prometo que es la última vez que lo molesto, lo que pasa es que en la municipalidad me dijeron que me iban a dar un subsidio para construir mi casa, es de cinco mil pesos, vio? Acá está la tarjeta del intendente, ve?- cada vez era menos creíble, siempre le dio porque supuestamente alguna necesidad tendría, aunque no fuese la que decía, siempre aclarándole que era la última vez que le daba, pero ya se le había muerto un bebé y le había tenido que comprar el cajoncito, ya había tenido que viajar al interior por un familiar muerto o enfermo, le faltaba la de la receta, esta del intendente era realmente creativa-… por eso necesito ocho pesos, sino me hago el DNI nuevo no me dan el subsidio y no puedo cobrar los cinco mil pesos.- Sabés hace cuánto que no veo cinco mil pesos? creo que nunca.
- Te dije que plata no dábamos, pero no la entendés capo…
- Aunque sea dos pesos para la garrafa?
- Está bien, pero es la última en serio, tomá, cuidate.
- Gracias, padre.

Después de comer cerró su cuarto con llave, anuló el teléfono, subió el volumen del celular, tomó una pastilla, puso el despertador y se acostó.
El celular lo despertó. Un mensaje de Adrián preguntando si pasaban a buscar la tabla a la tarde. Le respondió que tenía “sapito” (Adrián entendería porque estuvo en esa parroquia el año anterior) pero que el sábado o el lunes podía.
Abrió los ojos unos minutos antes que sonara el despertador y lo apagó. Puso música a un volumen considerable, la cabeza abajo del agua unos minutos, puso en vibrador el celular y se quedó mirando la lucecita del teléfono que titilaba en la línea dos hasta que se decidió a atenderlo.
- Hola.
- Hola, está Carlos?
- No, está en su día libre.
- Ah, yo pensé que era el jueves.
- Sí, esta semana lo tuvo que cambiar.
- No hay problema, le avisaría que lo llamó el padre?
- Cómo no! le aviso- su tono de voz se convirtió en amable.
- Gracias.
- No hay porqué.

Habilitó el timbre del teléfono y fue a anotar el mensaje al comedor. Cuando terminó de anotarlo bajó la cabeza y dejó caer algunas lágrimas, como un imbécil.
Hizo un té, llevó el grabador al comedor, y escribió algunos afiches sobre sectas para una charla hasta que llegó la hora de sapito.

VIII

Sapito era el nombre del barrio. Consistía en ir a buscar unos chicos del barrio para llevarlos a la capilla y después darles una merienda. Algo prácticamente igual al “oratorio festivo” de Don Bosco, y que lo habían heredado desde la época que el padre Peto había sido seminarista en esa parroquia. El padre Peto antes de ser seminarista diocesano había sido salesiano unos años, con lo cual llevaba bastante a Don Bosco en su formación, y usaba camisas azules principalmente. Para Juan la actividad no era demasiado útil, pero no le gustaba deshacer algo que había comenzado otro, y tampoco quería complejizarlo más por el que vendría después, dado que iba a estar nada más que un año.
Agarró la pelota, las llaves de la capilla de la Paz y las del auto y salió. Ya llegando recibió un mensaje de Yamila. “Negro, me pasás a buscar? llevo algunas leches para los chicos.”
“Tarde, ya llegué” respondió y bajó. Pablo, Inés y Marianita esperaban sentados junto a la reja del fondo. La de adelante estaba abierta porque los viernes a esa hora atendía una psicóloga en la secretaría. Se saludaron, abrieron la reja del fondo, la cocina, dejaron las cosas para la merienda, la pelota, alguna mochila y salieron a buscar a los chicos.
- Y Yamila?
- Me acaba de mandar un mensaje para que la pase a buscar, pero le dije que ya estaba acá. Supongo que llegará en un rato.
Caminaron las cinco cuadras que los separaban del barrio hablando de que a Inés sus padres no la dejaban ir a misionar porque iba a estar su novio. Sus padres eran del Opus y si bien eran muy buenos, también eran un tanto cerrados con todo el tema moral. Inés estaba a punto de irse a misionar igual, escribiéndoles una carta muy linda donde les agradecía todo lo que habían hecho por ella, pero diciéndoles que ahora ella debía empezar a tomar decisiones por si misma, y si bien Juan no podía alentarla en esa decisión, estaba totalmente de acuerdo y le parecía bueno que, con sus veintidós años, empezara a vivir su vida, y no la de sus padres.
Llegaron al barrio y empezaron a ir por las casas donde estaban los chicos que solían ir. Pablo y Juan miraban que no estuviesen los pibes más grandes, que no estaban muy contentos con ellos desde que les habían dicho que no podían ir más porque a veces le pegaban a los más chicos y porque una vez habían ido con un cuchillo y se habían agarrado a trompadas.
Cuando entraron por las callecitas del barrio, fueron hasta el fondo a ver si venía uno que al final no podía, y al volver un pibe amenazaba a Marianita con un machete. Se puso en el medio.
- Guardá eso o se pudre todo.
- Están en mi barrio, yo puedo hacer lo que quiera.
- No es tuyo el barrio y dejá de jugar con el machete o te vas a lastimar- lo empujó con el pecho, sabiendo que estaba pasando una raya, pero la actitud forra lo había enojado.
- Eh, qué pecheás?
Apareció otro pibe más grande que no conocían.
- Qué hacés con ese machete?- se lo sacó- le voy a decir a tu vieja, vas a ver.
El pibe se puso pálido. Siguieron caminando, la tarde empezaba mal.
Volvieron a la capilla con una manada de 20 chicos de entre 3 y 7 años, un par en los hombros.
Llegaron, los “desarmaron” pidiendoles sus gomeras, soltaron la pelota, Pablo e Inés se ocuparon de la merienda, Yamila y Marianita de hacer jugar a las nenas y Juan de arbitrar el partido de los chicos, sentado en la base de una ermita de la Virgen. Cada tanto gritaba que la pelota ya se había ido o que tal patada había sido foul. Una que otra vez se acercaba a alguno que se agarraba la pierna golpeada en el piso y con preguntarle “estás bien?” la mayoría de las veces bastaba para que estuviera mejor. Casualmente estaba pensando que iba todo bastante bien cuando llegaron los problemas. El más violento de los pibes grandes, el que había venido con el cuchillo, entró y se fue para la cocina. Lo siguió hasta la reja del fondo. Donde se detuvo a pedir de mala manera su gomera.
- Vos no trajiste ninguna gomera acá- le respondió Pablo desde la cocina.
- Dame mi gomera carajo!!- pateó la reja- la trajo mi hermano.
- No patees la reja, nene- dijo Juan.
- Andá a buscar a tu hermano y si él te la quiere dar te la da.
- Japo!!!- Japo era de los pibitos más buenos que había. No parecían hermanos.
Japo vino corriendo.
- Decile a este forro que me de mi gomera.
- Sí, está bien.
Pablo salió con la gomera y se la dio. El pibe amagó que le tiraba con ella, se alejó un poco y agarró una piedra del piso, se dio vuelta apuntando y Juan lo empezó a correr. Llegó hasta la reja de afuera y lo siguió corriendo por la calle un tramo más, pasando delante de otro de los pibes grandes, que lo esperaba afuera.
- Me tenés harto, pendejo de mierda!
Volvió, miró mal al otro pibe, que desvió la mirada y volvió a entrar.
Pablo se reía.
- Pensé que no lo ibas a seguir corriendo afuera.
- Me sacó un poquito.
- A merendar!!!
Los de afuera pasaron amenazando con que ya iban a tener que ir para el barrio y ahí iban a ver.
- Como corriste, eh? Gato negro!- sabía que con eso lo enojaba el triple, pero no lo pudo evitar.
- Te voy a meter caño, ortiva!
- Sí, el caño de tu papá, lavataper.
Insultó a más de la mitad de su familia y se fue.
Volvió y le dijo a Pablo que cuando los llevaran él se iba a adelantar con el auto, además porque sino no iba a llegar a misa.
La psicóloga despedía a un paciente y se acercó.
- Cómo andás?
- Bien, Juan, vos?
- Demasiado bien, che, tengo una clienta para vos. Puede ser que esté poseída o que esté totalmente loca…
- Ah, bueno.
- Sí, conviene que saquemos todas las imágenes religiosas por si acaso, vos le podés hacer un psicodiagnóstico lo más veloz posible?
- Sí, no hay problema, cuando me la podés traer?
- Le paso tu celular, te parece?
- Dale, el teléfono de casa no porque sino no descanso nunca.
- Dale, gracias! después si no te puede pagar yo te pago.
- No te preocupes por eso, vos venís con ella?
- En realidad no conviene porque en mi presencia se brota, o manifiesta, no sé. Si querés vengo y me quedo en la capilla sin que me vea o algo.
- Dale, después arreglamos bien.
- Los vamos llevando?- preguntó Pablo
- Sí, yo me adelanto con el auto, chau, Silvina.
- Chau Juan.

Fue con el auto por otro camino y frenó en la esquina donde los dejaban. A media cuadra venían los pibes con las gomeras. Se bajó y caminó hacia ellos. Ellos lo ignoraron y empezaron a tirar piedras hacia un poste de luz o a algún pájaro. Se quedó parado esperándolos, sin provocarlos. Una cosa era que un cura se haya defendido y otra muy distinta que hubiera ido a pegarles. Se había sumado uno que no era de los más violentos. Le convenía pegarle al más grande primero. El problema eran las gomeras. Se fueron acercando hasta pasarle por al lado sin hacer nada, doblaron en la esquina y se fueron hacia el barrio. A veinte metros empezaron a tirarle piedras con las gomeras. Se quedó quieto porque a esa distancia tenía tiempo de correrse si alguna le iba a pegar.
- Por qué no vienen acá?- se corrió porque una iba bien dirigida.
- Qué hacen tirando piedras?- gritó una vieja desde una terraza.
Se empezaron a alejar, amenazando para la próxima.
- Si volvés a aparecer por allá te voy a destrozar la cara, Luis, me escuchaste?- le dijo al primero que había aparecido.
Al ratito aparecieron Pablo y Yamila con los chicos. Se despidieron en la esquina y volvieron con el auto.
- Pasó algo?- preguntó Pablo
- Casi nada.
Pasaron a buscar a Inés y Mariana, que se habían quedado limpiando y fueron para la parroquia.
Los dejó en la entrada al estacionamiento del templo, y estacionó frente a la puerta de la casa de los curas. Dejó la pelota y las llaves de la Paz, pasó por el baño, y pasó por secretaría.
- Buenas! alguna novedad?
- Llamó Guillermo Evans, pidió que lo llames urgente.
- Siempre es urgente para Guillermo, te adelantó algo?
- Dijo algo de unos abogados.
- Después lo llamo- Debe querer que declare en algún lado.

IX

Cruzó el estacionamiento y entró a sacristía. Saludó a Mara y su hermana, dos viejitas que en la semana preparaban las misas. Le preguntaron si le parecía bien tal canto.
- El que ustedes quieran- respondió mientras se revestía.
Fueron hacia el templo y se quedó solo. Miró una cruz y sonrió.
- Amigo. La estás cuidando, no?
Hizo reverencia, encendió dos luces del templo, escuchó que empezaban a cantar y entró al templo.

Hizo reverencia, se sacó la estola, la besó y la colgó. Mientras se sacaba el otro coso tocaron la puerta. Era Soledad.
- Hola Juan, qué hacés ahora?
- Disfrutar de la soledad?
- Qué forro, nene, porque íbamos a ir con los chicos al Mariachi a comer algo, querés venir?
- Está bien.
- Ah, y podés contestar los mensajitos cuando quieras
- Qué mensajitos? los que son para otro? hacer de secretario y encima gastar crédito? Ni en pedo, no es negocio.
- Jaja, que boludo!
- Podés dejar de insultar que hay damas presentes? chau Mara, nos vemos.
- Chau, Juan, nos vemos si Dios quiere.
- Vayan yendo, yo voy en un ratito.
- No vas a venir.
- Por ahí no, pero lo más posible es que sí.
- Estás bien?- Sí

X

Bendijo al que alguna vez se le ocurrió comprar la coca que encontró en la heladera. Prendió la televisión y apagó su cerebro por unos minutos. Necesitaba dosis de soledad diarias. Era como reordenarse internamente, ver cuantas balas quedaban y seguir. Puso canales de música que no le exigieran ningún esfuerzo mental, dedicó un poco al zapping y apagó todo menos una luz externa, cerró las puertas con llave y se fue en el renault 4, aunque era a dos cuadras.
- Viniste- dijo Sole.
Saludó a Maxi, Christian, Yamila, Lucila, Soledad y la otra Soledad.
- Ya pidieron?
- Sí.
- Ahora vengo - fue a la barra a pedir. Volvió en seguida.
- Estábamos hablando de los amores de Lula.
- Basta chicos – dijo Lucila, pero sonreía de tal manera que parecía encantada con el tema.
- Ella ya sabe mi opinión- dijo Juan, sonriendo.
El celular se empezó a mover. La pantallita decía: Miriam causa. Atendió.
- Hola, padre Juan? Habla Romina!, mi hermano está como poseído!, se quiso prender fuego otra vez!- tenía esa voz de emergencia- le paso con mi mamá…
- Hola, Juan? Está como el año pasado, se encerró en su cuarto y se quiso prender fuego – la voz parecía más serena pero le temblaba, se escuchaban gritos de fondo.
- Voy para allá – cortó y sonrió – van a tener que comerse mi paty.
- Qué pasó?- preguntó Sole.
- Dejalo que vaya- dijo Lucila, que tal vez estaba acostumbrada porque su padre y sus hermanos eran policías.
- Nos vemos-
Cuando abría la puerta del auto apareció Yamila y quiso averiguar qué pasaba pero le dijo que no podía o no quería contarle. Daba igual.

XI

Pasó por la parroquia a buscar un maletín y una guía de planos y siguió hacia pacheco. Estando cerca miró el plano donde tenía marcada la dirección desde la primera vez que había ido y dobló por las calles de tierra hasta encontrar al buey, que siempre estaba pastando en esa calle, atado a algún árbol. Miriam salió en seguida.
- Desde que estacionaste está oliendo, como un animal.
Al entrar escuchó los soplidos. Estaba tirado a la izquierda de la mesa del comedor, sostenido por tres vecinos. Le habían puesto una toalla en la cara. Saludó en general, sacó cosas. Hizo la señal de la cruz y cuando empezó a rezar las letanías el otro se rió estrepitosamente, con una risa que le hizo correr un frío por la espalda.
Comenzó con oraciones de exorcismo sin estar seguro de si eso era una posesión o no, más bien para diagnosticar que para resolver el problema. Al principio le dolía escuchar, después se burlaba, cuando no se le entendía lo que decía le retiraban un poco la toalla pero escupía a todos.
- Ey, Juan- dijo en un momento. Las oraciones no se interrumpieron – ey, Juan, te presento chicas, con buenas tetas y buen culo… a vos te gustan las chicas- la forma en que intentó tentarlo le llamó la atención. También que en un momento notara que le apoyaba apenas una cruz sobre el pecho cuando tenía los ojos cerrados la rechazara con violencia. Tembló, serpenteó y sacó la lengua.
Cuando le preguntó su nombre en el nombre de Jesús lo hizo siempre en latín, y en un momento lo miró fijo con una mirada inteligente y muy oscura para decir – quién pregunta?
Al responder agregó – Lucifer- y entró en descanso.
En total estuvieron como una hora, hasta que se desmayó definitivamente y lo llevaron a la cama. No le quedó claro que fuese una posesión, aunque había algunos síntomas llamativos.
Le dijo a la madre que lo llevara al día siguiente también a él con el exorcista de la diócesis. La hermana mayor tenía turno con él por otro motivo. Saludó a la hermana menor, a los vecinos, a Miriam y se fue.
Al manejar de vuelta se sintió muy cansado. La calle estaba casi vacía, manejó lo más rápido que pudo. En la esquina de la parroquia habían cortado la calle los bomberos por lo que tuvo que hacer algunas cuadras de más para llegar. Al guardar el auto notó que sea lo que fuese que se había quemado, ya lo habían apagado, y no había ambulancias.

XII

Entró al cuarto y cerró con llave. Caminó a oscuras hasta la llave de luz que estaba en el otro extremo de la habitación, una llave regulable que movió muy poco para que diese poca luz. Trasladó el grabador al baño, puso música bastante fuerte y se desnudó. Reguló las llaves de la ducha cuando sonó el celular. Eran las 12 de la noche.
“Pipi” decía la pantallita del celular.
- Hola
- Hola! Como va? Estoy embolada esperando el bondi, que hacías?
- Rituales antes de dormir.
- Tenés idea si pasa el 60 del bajo a esta hora?
- Mmh, puede ser que no, no tenés otras opciones?
- El 168 me deja en una zona fea, no me animo a caminar por ahí a esta hora.
- Dónde estás?
- En San Martin y Maipú creo, donde dobla el 168.
- Tenés una pizzería que se llama Muky, al lado de la parada?
- Sí.
- San Martín y Maipú entonces.
- Ahí pasa una ambulancia.
- No es de Vittal.
- No, de la competencia.
- De paramedic.
- Cómo sabías?
- Es la competencia de Vittal.
- Ja! Soy una capa.
- Te paso a buscar.
- No! Ni se te ocurra!
- Y sino que vas a hacer?
- No sé, pero no! Te corto!
- Estoy agarrando las llaves del auto…
- Juan! No! Estás re-lejos
- Bueno, te llamo en 15, sino vino, voy…
- Mi celular se está quedando sin batería, quedate tranquilo…
- Vamos a hacer una cosa, cuando corte, voy a… hacer lo que se me cante
- Jaja, no te llamé para que me vengas a buscar.
- Ya sé, si viene tomalo, mandame un mensajitto, si te queda batería.
- No, si venís te espero
- Ok.

Se vistió, agarró las llaves del auto y salió. La calle estaba vacía. Había olor a tormenta y viento, el cielo relampagueaba. Manejó rápido con la mirada perdida. La noche le hacía acordar siempre. La prefería al día, pero algunas noches eran demasiado largas.

Cuando cruzó la avenida Maipú ella miraba hacia otro lado, y a pesar de que tocó bocina no lo vio, así que tuvo que estacionar en la esquina y buscarla a pie, porque no podía meterse contramano en esa avenida. Simplemente se paró al lado como si también esperase el colectivo y dijo alguna boludez.
- Padre coraje!- dijo Pipi y lo saludó.
- Pasó alguno?
- No, me salvaste!
- Vas a tener que convidarme un cigarillo!
- No me quedan más!
- Carajo!

Paró en un kiosco.
- Pago yo- dijo ella y se bajó.
No se opuso en lo más mínimo. Volvió con una coca y cigarrillos. Arrancó de nuevo, recibió la coca abierta, tomó y la escuchó quejarse por no encontrar el encendedor.
- Este anda?- preguntó señalando el encendedor del auto.
- Creo que sí.
Andaba. Ella le contó cosas graciosas de su facultad y volvió a agradecerle antes de despedirse, en la puerta de su casa. Saludó con la mano antes de cerrar la puerta. Le dio otro trago a la coca y volvió lo más rápido que pudo. Guardó el auto cerca de la una, renunció al baño, puso a cargar el celular, tomó la pastilla, acarició la mejilla de una foto y la cruz que colgaba de la cabecera de la cama y se acostó.

XIII

El celular suena a los gritos no sabe a qué hora. Le cuesta un poco despertarse. Sí, está sonando el celular, lo atiende, casi no sale la voz, las cuerdas vocales quieren seguir durmiendo.
- Hola.
- Hola, me abrís? Estoy en la puerta- se la escucha mal
- Sí.
Salta de la cama, se pone el pantalón y agarra las llaves, abre la puerta de su cuarto y se apura hasta la de calle. Pasa rápido, está llorando, la abraza.
- Qué pasó?
- Cortamos.
La cabeza le da vueltas. Cortaron. Es una situación totalmente nueva. Lo invade una angustia enorme por ella y a la vez se le abre un hueco en el estómago. Reconoce ése hueco.
- Vení- la agarra de la mano. Ella se deja llevar.
Parece un sueño. Todo está tranquilo. Parece como si estuvieran solos en el mundo.
Entran al cuarto.
- Contame.
Ella llora en silencio. Él le acaricia las mejillas, juntando las lágrimas. La mira profundamente, ella devuelve la mirada.

Abrió los ojos. Sintió una enorme desilusión y alivio a la vez. No está llorando, está durmiendo. Llovía a cántaros. Está durmiendo, qué bueno. Apretó la partecita del reloj que iluminaba las agujas que marcaban las 3 en punto. Sabía que no iba a volver a dormirse así que se dedico a dar vueltas en la cama y a escuchar la lluvia.