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Bendijo al que alguna vez se le ocurrió comprar la coca que encontró en la heladera. Prendió la televisión y apagó su cerebro por unos minutos. Necesitaba dosis de soledad diarias. Era como reordenarse internamente, ver cuantas balas quedaban y seguir. Puso canales de música que no le exigieran ningún esfuerzo mental, dedicó un poco al zapping y apagó todo menos una luz externa, cerró las puertas con llave y se fue en el renault 4, aunque era a dos cuadras.
- Viniste- dijo Sole.
Saludó a Maxi, Christian, Yamila, Lucila, Soledad y la otra Soledad.
- Ya pidieron?
- Sí.
- Ahora vengo - fue a la barra a pedir. Volvió en seguida.
- Estábamos hablando de los amores de Lula.
- Basta chicos – dijo Lucila, pero sonreía de tal manera que parecía encantada con el tema.
- Ella ya sabe mi opinión- dijo Juan, sonriendo.
El celular se empezó a mover. La pantallita decía: Miriam causa. Atendió.
- Hola, padre Juan? Habla Romina!, mi hermano está como poseído!, se quiso prender fuego otra vez!- tenía esa voz de emergencia- le paso con mi mamá…
- Hola, Juan? Está como el año pasado, se encerró en su cuarto y se quiso prender fuego – la voz parecía más serena pero le temblaba, se escuchaban gritos de fondo.
- Voy para allá – cortó y sonrió – van a tener que comerse mi paty.
- Qué pasó?- preguntó Sole.
- Dejalo que vaya- dijo Lucila, que tal vez estaba acostumbrada porque su padre y sus hermanos eran policías.
- Nos vemos-
Cuando abría la puerta del auto apareció Yamila y quiso averiguar qué pasaba pero le dijo que no podía o no quería contarle. Daba igual.

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