II

En el camino de vuelta se calzó los auriculares y escuchó música.
Al llegar fue a la cocina, puso la pava al fuego y entró al cuarto de uno de los curas para prender la computadora. Abrió sus meils. La mayoría eran propagandas. Un cura le respondía que ya había celebrado las misas que le pidió, el meil de una amiga lo hizo sonreír y abrió el tercero: de una chica de una parroquia anterior.

No me gustó tu respuesta.
Estaba dispuesta a entregarte y hacer lo que me hubieras pedido, sin importar nada ni nadie.
Vos te lo perdés. Ya voy a encontrar a alguien que me haga sentir una mujer con todas las letras.
No tenés idea de las cosas que te hubiera hecho y hubieras sentido.

- No, no tengo idea, y no lo voy averigüar- le dijo a la pantalla, sonriendo – te respondería que es triste que necesites un hombre para sentirte mujer, pero vamos a dejarlo acá.
Salió de su casilla y apagó la máquina. Volvió a la pava que hervía, tiró el agua y puso nueva, mientras esperaba apoyó las manos en la mesada, y aflojó el peso del cuerpo, cerrando los ojos. Si pudiera… cómo le gustaría poder… el celular se empezó a mover y cuando miró en la pantallita dijo:
- Mierda- tardó unos segundos en atender. Esa ridícula ilusión de que los problemas se van a resolver solos. Atendió – Ya seeee, te debo una bendición- le dijo antes que le reprochara.
- Cuando vas a venir?
Miró el reloj y las llaves del auto en la mesa.
- Ahora.
- Bueno, dale.
Anotó en un papelito que se iba a tirar agua bendita en una casa, agarró las llaves, los documentos del auto y salió. En la primera no arrancó. Aceleró un par de veces y le sacó el cambio.
- Daleeeee, hijo de puta.
Arrancó y lo aceleró.

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