XI

Pasó por la parroquia a buscar un maletín y una guía de planos y siguió hacia pacheco. Estando cerca miró el plano donde tenía marcada la dirección desde la primera vez que había ido y dobló por las calles de tierra hasta encontrar al buey, que siempre estaba pastando en esa calle, atado a algún árbol. Miriam salió en seguida.
- Desde que estacionaste está oliendo, como un animal.
Al entrar escuchó los soplidos. Estaba tirado a la izquierda de la mesa del comedor, sostenido por tres vecinos. Le habían puesto una toalla en la cara. Saludó en general, sacó cosas. Hizo la señal de la cruz y cuando empezó a rezar las letanías el otro se rió estrepitosamente, con una risa que le hizo correr un frío por la espalda.
Comenzó con oraciones de exorcismo sin estar seguro de si eso era una posesión o no, más bien para diagnosticar que para resolver el problema. Al principio le dolía escuchar, después se burlaba, cuando no se le entendía lo que decía le retiraban un poco la toalla pero escupía a todos.
- Ey, Juan- dijo en un momento. Las oraciones no se interrumpieron – ey, Juan, te presento chicas, con buenas tetas y buen culo… a vos te gustan las chicas- la forma en que intentó tentarlo le llamó la atención. También que en un momento notara que le apoyaba apenas una cruz sobre el pecho cuando tenía los ojos cerrados la rechazara con violencia. Tembló, serpenteó y sacó la lengua.
Cuando le preguntó su nombre en el nombre de Jesús lo hizo siempre en latín, y en un momento lo miró fijo con una mirada inteligente y muy oscura para decir – quién pregunta?
Al responder agregó – Lucifer- y entró en descanso.
En total estuvieron como una hora, hasta que se desmayó definitivamente y lo llevaron a la cama. No le quedó claro que fuese una posesión, aunque había algunos síntomas llamativos.
Le dijo a la madre que lo llevara al día siguiente también a él con el exorcista de la diócesis. La hermana mayor tenía turno con él por otro motivo. Saludó a la hermana menor, a los vecinos, a Miriam y se fue.
Al manejar de vuelta se sintió muy cansado. La calle estaba casi vacía, manejó lo más rápido que pudo. En la esquina de la parroquia habían cortado la calle los bomberos por lo que tuvo que hacer algunas cuadras de más para llegar. Al guardar el auto notó que sea lo que fuese que se había quemado, ya lo habían apagado, y no había ambulancias.

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