IV

A la media hora Juanita tocó la puerta con timidez.
- Padrecito?
- Sí, pasá.
- Está nuestro amigo Cáceres.
- Ahí voy.
Miró la imagen una vez más, apagó la velita y salió, dando vuelta palabras en su mente.
- Cáceres!
- Cómo anda padre?
- Bien, tu pierna?
- Ahí anda.
- Sentate ahí.
- Habrá algo para comer?
- Sí, pero no me vuelvas a usar la parroquia de baño o se pudre todo, esta claro?
- Sí, padre, sí.
- Ahora vengo.
Volvió al poco tiempo. Apoyó las cosas en la silla de al lado. Le tocó al lado de la herida infectada, en una zona enrojecida.
- Te duele ahí.
- Sí- su cara decía que mucho.
- Tenés que volver a ir al hospital, Cáceres, esta pierna te va a terminar matando, ya esta muy infectada, te tienen que dar algún antibiótico- ya le había dicho que si no iba se la iban a tener que cortar, pero no le hacía caso- esto te va a doler.
Le tiró desinfectante, raspó con una gasa para remover el pus, volvió a tirar desinfectante y tapó con otra gasa y cinta. Le dio una bolsa con comida.
- Gracias padre, nos vemos.
- Chau, viejo.
Si no lo hubiera visto lo habría evitado como a Marta. No se preocupó en disimular la cara de resignación al verlo. Medía más o menos uno noventa, siempre con cara de preocupación y algunas canas, rondaría los 35 años, psicosis varias.
- Qué hacés Martín?
- Hola Juan! Salí a caminar, ya tuve pileta a la mañana- y se quedó parado en la puerta, sin más palabras por el momento, esperando que se le dé alguna orden para seguir.
- Mirá que bueno- se quedó en silencio unos segundos con la esperanza de que siguiera caminando nomás. Esperanza que había perdido desde que lo vio- pasá, esperá un segundo ahí que preparo un par de mates- la infusión siempre hace más ameno cualquier momento.
Volvió sabiendo que no podía convidarle más de dos porque sino lo estimulaba demasiado.
- Como anda todo, Martín?
- Bien, me cambiaron la medicación y ahora estoy mucho mejor, no duermo tanto, mi mamá dice igual que estamos probando.
- Ahá…- su mente comenzó a alejarse de ahí en puntas de pie, pero Martín la agarró del cuello y la hizo volver.
- Hay que hacer algo Juan!
- Con qué?
- Con los forajidos- miró hacia la puerta, como sospechando.
- Qué forajidos?- La puta madre si yo quisiera ser sicólogo no estaría acá, por qué carajo vienen todos los locos a la Iglesia? Qué le puedo dar que le sea útil? Nada! Evitar que mate a alguien nada más.
- Hay Juan! No me vas a decir que no hay forajidos! Están por todas partes! Son los que hacen que estemos mal!
- No hay que hacer nada, Martín, Dios ya va a hacer!
- No, Juan!! No viste la familia Ingals? Hasta Charles, que es tan bueno en un momento se cansa y hace algo con los forajidos, hay que hacer algo!!
- No Martín, vos no tenés que hacer nada, en la Biblia…- por qué cito la Biblia? Igual no va a entrar en razón, necesita la pastilla anterior!! Quien carajos sabe? – dice que no hay que separar el trigo de la cizaña hasta el final porque nosotros no sabemos quién es cizaña y quién no, solamente Dios lo sabe bien, nosotros no sabemos quien es forajido y quien no, nos podemos equivocar y lastimar a un inocente, no hay que hacer nada, Martín!
- Pero yo ya estoy cansado Juan!! Todos están cansados!
La vasca se asomó a la puerta.
- Necesitan una unción.
- Disculpá, Martín – salió.
La mujer le explicó, era en la clínica de la vida, a dos cuadras, no era familiar, sino conocida de una parroquia de otra diócesis, pero se estaba muriendo.
- Voy a buscar el óleo y voy – se asomó al cuartito.
- Me tengo que ir Martín, después seguimos charlando, pero vos no hagas nada, está claro? preguntale a tu mamá qué podés hacer.
- Sí, le voy a preguntar - salió como un autómata, sin saludar

No hay comentarios:

Publicar un comentario