VII

Para almorzar torció el televisor, porque estaba solo y lo prendió. Sonó el timbre, Juanita atendió por el portero y le dijo:
- Buscan al padre Juan.
- Ahora lo llamo, ese padre Juan es más boludo!!
Salió. Cara conocida.
- Hola padre, como anda? le prometo que es la última vez que lo molesto, lo que pasa es que en la municipalidad me dijeron que me iban a dar un subsidio para construir mi casa, es de cinco mil pesos, vio? Acá está la tarjeta del intendente, ve?- cada vez era menos creíble, siempre le dio porque supuestamente alguna necesidad tendría, aunque no fuese la que decía, siempre aclarándole que era la última vez que le daba, pero ya se le había muerto un bebé y le había tenido que comprar el cajoncito, ya había tenido que viajar al interior por un familiar muerto o enfermo, le faltaba la de la receta, esta del intendente era realmente creativa-… por eso necesito ocho pesos, sino me hago el DNI nuevo no me dan el subsidio y no puedo cobrar los cinco mil pesos.- Sabés hace cuánto que no veo cinco mil pesos? creo que nunca.
- Te dije que plata no dábamos, pero no la entendés capo…
- Aunque sea dos pesos para la garrafa?
- Está bien, pero es la última en serio, tomá, cuidate.
- Gracias, padre.

Después de comer cerró su cuarto con llave, anuló el teléfono, subió el volumen del celular, tomó una pastilla, puso el despertador y se acostó.
El celular lo despertó. Un mensaje de Adrián preguntando si pasaban a buscar la tabla a la tarde. Le respondió que tenía “sapito” (Adrián entendería porque estuvo en esa parroquia el año anterior) pero que el sábado o el lunes podía.
Abrió los ojos unos minutos antes que sonara el despertador y lo apagó. Puso música a un volumen considerable, la cabeza abajo del agua unos minutos, puso en vibrador el celular y se quedó mirando la lucecita del teléfono que titilaba en la línea dos hasta que se decidió a atenderlo.
- Hola.
- Hola, está Carlos?
- No, está en su día libre.
- Ah, yo pensé que era el jueves.
- Sí, esta semana lo tuvo que cambiar.
- No hay problema, le avisaría que lo llamó el padre?
- Cómo no! le aviso- su tono de voz se convirtió en amable.
- Gracias.
- No hay porqué.

Habilitó el timbre del teléfono y fue a anotar el mensaje al comedor. Cuando terminó de anotarlo bajó la cabeza y dejó caer algunas lágrimas, como un imbécil.
Hizo un té, llevó el grabador al comedor, y escribió algunos afiches sobre sectas para una charla hasta que llegó la hora de sapito.

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